En la tradición judeocristiana, Dios (Yahveh) es presentado como un ser justo, santo y compasivo, pero también como un juez que no deja impune la maldad, la indiferencia o la injusticia. Uno de los aspectos más importantes en la relación entre Dios y su pueblo es la obediencia a su voluntad revelada a través de su Espíritu. Esta voluntad muchas veces se manifiesta en principios fundamentales como la compasión, la justicia, la solidaridad con el necesitado y el amor al prójimo.
1. La voz del Espíritu Santo y la responsabilidad del creyente
En el Nuevo Testamento, el Espíritu Santo guía a los creyentes hacia toda verdad (Juan 16:13) y pone en sus corazones el deseo de vivir según la voluntad de Dios. Ignorar esta guía no es solo un acto de rebeldía, sino una ofensa espiritual de alto grado:
"Y cualquiera que dijere palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no le será perdonado."
— Lucas 12:10
Este versículo refleja la seriedad de despreciar lo que viene del Espíritu. En muchos casos, el Espíritu impulsa a ayudar, a consolar, a proteger al vulnerable, y hacer caso omiso de ello puede traer consecuencias.
2. Castigos por la indiferencia y la falta de compasión
A lo largo de la Biblia, Dios demuestra que no tolera la dureza de corazón hacia el necesitado. Un ejemplo claro es Sodoma, que no solo fue destruida por su maldad sexual, como muchos piensan, sino por su egoísmo y falta de solidaridad:
"He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso."
— Ezequiel 16:49
Aquí se ve que el castigo divino se produce no solo por pecados visibles, sino también por omitir el bien. La indiferencia también es juzgada por Dios.
En el Nuevo Testamento, Jesús ilustra esto claramente en la parábola del juicio final:
"Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber..."
— Mateo 25:41-42
El castigo no recae por haber hecho el mal activamente, sino por no haber hecho el bien cuando se tuvo la oportunidad.
3. Dios como juez y protector de los débiles
Dios muestra especial atención por los pobres, huérfanos, viudas y extranjeros:
"Porque Jehová vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de señores... que hace justicia al huérfano y a la viuda; que ama también al extranjero, dándole pan y vestido."
— Deuteronomio 10:17-18
Aquellos que ignoran estas necesidades, o peor aún, se aprovechan del débil, activan la justicia de Dios:
"¡Ay de los que dictan leyes injustas, y prescriben tiranía, para apartar del juicio a los pobres, y para quitar el derecho a los afligidos de mi pueblo!"
— Isaías 10:1-2
Por eso, cuando se actúa con indiferencia hacia los que sufren, o se prefiere el egoísmo a la compasión, muchas veces las personas experimentan consecuencias —no siempre entendidas— que pueden ser manifestaciones indirectas del juicio divino.
¿Quiénes conforman el pueblo de Israel?
El pueblo de Israel se originó con Jacob, nieto de Abraham, a quien Dios cambió el nombre a Israel (Génesis 32:28). Jacob tuvo 12 hijos, y de ellos surgieron las Doce Tribus de Israel, que son:
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Rubén
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Simeón
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Leví (tribu sacerdotal, sin herencia territorial)
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Judá
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Dan
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Neftalí
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Gad
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Aser
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Isacar
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Zabulón
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José (dividida en sus dos hijos, Efraín y Manasés)
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Benjamín
Con el tiempo, estas tribus se dividieron en dos reinos: Israel (al norte) y Judá (al sur). El reino del norte fue llevado al exilio por Asiria (siglo VIII a.C.) y el del sur por Babilonia (siglo VI a.C.). Algunas tribus se "perdieron" históricamente, pero los descendientes de Judá, Benjamín y Leví formaron lo que hoy llamamos el pueblo judío.
Hasta el día de hoy, el término “Israel” puede referirse tanto al Estado moderno de Israel como al pueblo judío en la diáspora, que sigue reclamando esa herencia espiritual y cultural. Sin embargo, muchos cristianos también consideran que son parte del Israel espiritual, al aceptar el mensaje del Mesías y actuar conforme al corazón de Dios.
Según la Biblia, el castigo divino no solo es una respuesta al mal abierto, sino también a la frialdad, la indiferencia y la falta de compasión. El Espíritu Santo impulsa al creyente hacia la justicia, la misericordia y la solidaridad. Ignorar esa voz, aunque sea de forma pasiva, puede traer consecuencias serias. Yahveh, el Dios del pueblo de Israel, sigue siendo justo y protector de los vulnerables, y espera que su pueblo —antiguo y moderno— actúe como Él: con amor, con verdad y con compasión.
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