miércoles, 23 de abril de 2025

Hasta la Última Hormiga

 Que escuchen los que diseñan el ritmo del mundo,

los que trazan mapas invisibles que todos seguimos.
Que escuchen, con el corazón abierto,
porque la tierra cruje.

No todo lo que crece es vida,
y no todo lo que produce es justo.
Se ha confundido abundancia con acumulación,
y se ha puesto el alma en descuento.

Se han repartido migajas
como si los sueños pudieran alimentarse de restos,
como si las manos que sostienen estructuras
fueran reemplazables como piezas rotas.

Pero no lo son.

Detrás de cada jornada extenuante,
hay un cuerpo que se cansa y una historia que respira.
Hay una madre que calla su arte.
Hay un joven que encierra su fuego.
Hay un anciano que fue faro y ahora es sombra.

Cada ser humano es un universo.
Cada empleado, cada trabajadora,
cada técnico, repartidor, cuidadora, aprendiz o voz anónima,
es una chispa del tejido sagrado.

Nadie debería conformarse con sobrevivir
cuando nació para vivir con sentido.

Y a los que sostienen el timón —los dueños, los líderes—:
No, no la tienen fácil.
Pero su tarea no es sólo multiplicar ganancias,
sino sostener vidas sin pisarlas,
contemplar hasta la última hormiga del engranaje,
porque en esa pequeña alma también reposa el equilibrio del todo.

Gobernar sin alma,
crear sin compasión,
es edificar castillos sobre viento.

Que el porvenir no nos encuentre dormidos.
Que no aceptemos lo que daña solo porque es habitual.
Que encendamos la llama que aún late
en cada pecho silenciado por la prisa.

Este es un llamado,
no a la protesta ciega,
sino a la visión despierta.

 Que nadie viva de migajas.
Que se rediseñe el mundo desde lo esencial.
Y que la economía, si ha de tener alma,
empiece por respetar la del ser humano.

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