donde las almas errantes buscan refugio en las sombras de un sistema que no los reconoce.
Un planeta cubierto de escombros invisibles,
yacen las huellas de millones que marcharon hacia su destino, sin saber que su lucha era también la de la Tierra misma.
Nos dicen que el futuro es incierto,
pero lo que se alza ante nosotros no es misterio, es el eco de nuestras acciones.
En las venas de la Madre Tierra fluye ahora una tristeza profunda,
un lamento que resuena en cada grieta, en cada árbol que cae,
en cada río que se seca, en cada mirada vacía que ya no busca esperanza.
Si seguimos así,
si seguimos ciegos ante las ruinas del mundo que hemos construido,
el horizonte será un mural sombrío:
el cielo se tornará rojo, reflejo de un sol que ya no brilla para todos.
La mariposa que antes danzaba con la brisa, se desvanecerá,
y en su lugar, solo quedarán sombras de hombres y mujeres que se olvidaron de su alma.
El hombre, atrapado en su ansia de consumir,
se habrá convertido en una sombra que no se refleja en el agua.
Las ciudades, grandes corazones de acero, serán templos vacíos,
y el sonido del viento entre los rascacielos será el único recordatorio de lo que una vez fue.
La injusticia será la estrella polar,
la inequidad, su estela.
Las familias, esos cimientos que aún sostenían el alma humana, se desintegrarán,
y lo que antes fue un hogar, será solo una cáscara vacía,
un eco de voces que ya no saben cómo volver a unirse.
Y las manos que alguna vez construyeron sueños,
se habrán cansado de luchar por lo que no pueden ver,
pues el oro, que alguna vez iluminó el camino,
será un polvo sin valor.
El 2050, o quizás antes, será solo una fecha en los calendarios,
un número sin peso, sin rostro,
porque lo que importa es lo que hemos dejado de hacer.
Lo que importa es la canción que no cantamos,
el abrazo que no dimos,
el grito que quedó ahogado en el aire denso de nuestras ciudades.
Pero hay una voz que aún susurra entre las ramas,
una voz que nos llama a despertar antes de que sea tarde,
un susurro que nos dice:
"Recuerda, que aún hay tiempo para renacer,
para redimir lo perdido, para volver a ser humanos,
para devolverle al corazón del mundo, lo que le hemos robado."
"El futuro no lo heredamos,
es parte de lo que le quitamos a aquellos que aún no han nacido."
Un proverbio hindú que nos recuerda que todo lo que tomamos de la Tierra,
debe ser devuelto con sabiduría,
porque el eco de nuestros actos resuena en el alma de los que vendrán.
Tal vez, pero solo tal vez, si escuchamos a lo que nos susurra nuestro interior,
si volvemos a respetar la Madre Tierra como nuestra madre,
si en nuestras manos no sólo está la destrucción sino también la curación,
entonces, y solo entonces, el 2050 no será el presagio de caos,
sino el amanecer de una nueva humanidad.
Si escuchamos, si nos detenemos un momento,
en la quietud de la noche,
podremos ver en el horizonte el resplandor de una nueva aurora,
pero solo si comprendemos que el cambio empieza desde adentro,
en el alma de cada uno de nosotros, entonces la Tierra, sabrá que todo lo perdido puede ser encontrado, y todo lo destruido, renacerá.
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