miércoles, 16 de julio de 2025

La verdadera amenaza para Europa: la pérdida de identidad y la erosión interna


                                                     Foto de Ernest Ghazaryan

Desde la caída del Muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética, Rusia ha sido presentada constantemente como la principal amenaza geopolítica para Europa. Sin embargo, esta narrativa, sostenida por medios de comunicación, organismos internacionales y ciertas élites políticas, ha servido muchas veces como una distracción conveniente frente a una transformación más profunda y peligrosa que atraviesan hoy las naciones europeas: la progresiva pérdida de su identidad cultural, espiritual y étnica. Lejos de tanques, misiles, etc, la amenaza más grande para Europa podría estar gestándose desde dentro.

colapso Europeo INTERNO

La cultura europea, forjada durante siglos de historia, filosofía, religión, guerras y renacimientos, se encuentra actualmente fragmentada. En nombre del cosmopolitismo, del globalismo económico y de una visión desarraigada del multiculturalismo, muchas naciones europeas han bajado la guardia frente a fenómenos que alteran sus estructuras más íntimas: la familia, la lengua, la religión, el vínculo con la tierra y con sus tradiciones. La inmigración masiva e indiscriminada, promovida muchas veces por intereses ideológicos o corporativos, ha introducido en el corazón de Europa poblaciones con códigos culturales, religiosos y morales profundamente distintos —cuando no opuestos— a los que han dado forma al continente.

No se trata aquí de rechazar al extranjero por su condición, sino de señalar una realidad objetiva: la integración cultural sólo es posible cuando existe un marco común de valores y un proyecto compartido. Cuando esto se diluye o se fuerza, las tensiones no tardan en aflorar. Barrios enteros donde la ley nacional es desplazada por la ley religiosa, escuelas donde se evita hablar de historia europea por miedo a “ofender”, y políticas públicas que privilegian la culpa sobre la soberanía, muestran una Europa que empieza a desfigurarse, que reniega de sí misma para no incomodar a quienes no la conocen ni la valoran.

En este contexto, Rusia ha sido útil como enemigo externo. Enfrentar una potencia extranjera mantiene la ilusión de cohesión nacional. Pero mientras los gobiernos gastan energía en sanciones, maniobras militares o discursos antirrusos, descuidan lo más esencial: sus propias raíces. ¿Qué sentido tiene defender fronteras geográficas si se ha entregado ya el alma del país? ¿De qué sirve señalar al “otro” como peligroso cuando se permite que lo más valioso —la cultura, el idioma, la historia— se desdibuje en nombre de una supuesta modernidad?

Europa debe despertar. Defender la patria no es sólo levantar muros o firmar tratados, sino preservar la memoria colectiva, transmitir valores, proteger el derecho a existir como pueblo. Esto no implica xenofobia ni odio, sino respeto por lo propio y el derecho soberano a decidir el rumbo de una nación. Mientras no se entienda esto, cualquier enemigo externo será secundario frente a la implosión que ya está en marcha.

En conclusión, la verdadera amenaza para Europa no se encuentra en Moscú, sino en Bruselas, París, Berlín o Estocolmo, cuando desde allí se permite o se impulsa la disolución del alma europea. La pérdida de identidad y la renuncia a defenderla son las armas más letales que enfrenta hoy el continente. Y si no se actúa pronto, la historia no recordará a Rusia como quien venció a Europa, sino a Europa como quien se rindió sin luchar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Conflictos Étnicos, Seguridad Ciudadana y Manipulación Social en la Europa Contemporánea

Desde hace décadas, el mundo ha sido testigo de una creciente tensión social, étnica y política dentro de múltiples naciones, particularment...