Pasé por empresas donde me trataron como descartable.
Donde ser el mejor vendedor del mes no bastaba para merecer ni un sueldo base, solo comisiones.
Donde un foco miserable alumbraba más la miseria del jefe que la oficina misma.
Donde una jefa me llamó desesperada porque no vendía, sin siquiera preguntarse si necesitaba apoyo, pues ese día le presente la venta y ese mismo día me retire sin decir nada a nadie.
Donde otra se resintió solo porque pedí respeto por mi tiempo, me retire también.
Estuve cuatro años trabajando bien en otra empresa. Nunca fallé. Y un día, sin previo aviso, simplemente no renovaron mi contrato. Como si cuatro años no significaran nada.
Pero no me rompí.
No me dejé pisar.
No me volví como ellos.
Y ahora, me toca a mí.
Ya sé cómo funciona el juego.
Ya vi las dos caras de la moneda.
Ahora soy yo quien recomienda, quien propone, quien observa.
Porque ya entendí que ser justo no es ser blando.
Y que construir con dignidad también implica saber decir no.
No buscaré títulos, buscaré actitud.
No regalaré oportunidades, las confiaré a quienes respeten el trabajo como yo lo respeto.
Y no repetiré el mismo ciclo de maltrato que me tocó a mí.
Porque no quiero devolver miseria.
Pero tampoco voy a premiarla.
Hoy, después de tanto, puedo decirlo con calma y con firmeza:
Ahora me toca a mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario