sábado, 31 de mayo de 2025

Renuncié al ruido para encontrarme




Desde muy joven sentí que el mundo me pedía cosas que no tenían sentido para mí. Me decían que tenía que ser exitoso, tener una carrera “formal”, una pareja, hijos, una casa, un auto, y mantener todo eso con un trabajo que, en la mayoría de casos, ahoga más de lo que nutre. Una interferencia entre lo que soy y lo que esperaban de mí.

Con el tiempo entendí que gran parte de lo que llamamos “vida normal” está lleno de presiones externas disfrazadas de metas propias. Y cuando lo descubrí, empecé a soltar. A alejarme. A decir que no.

Me alejé de relaciones porque sabía que el deseo no viene sin consecuencias. Tener sexo, tener una pareja, tener una familia... puede sonar bonito, pero en mi experiencia, siempre había algo más debajo: responsabilidades, exigencias, compromisos, y el riesgo de traer un hijo al mundo solo para repetir una historia que no quise para mí. Preferí no jugar con eso. No por miedo, sino por respeto. 

También me alejé de muchas personas. No por orgullo, sino por protección. Desde el colegio conocí gente tóxica. 

A veces me siento culpable, lo admito. Porque la sociedad te programa para creer que si no sigues el camino estándar, estás fallando. Pero luego salgo a caminar, respiro, me detengo bajo el cielo abierto, medito, y la culpa se disuelve. Vuelve la paz. Me doy cuenta de que estoy donde debo estar.

No busco fama, no busco validación. No quiero una vida llena de logros vacíos. No quiero reproducirme solo porque se espera. No quiero acumular dinero para luego ser uno más que se olvida de lo que es tener hambre de alma. Me niego a eso.

Yo renuncié al ruido. A las voces ajenas, a las imposiciones. Y en ese vacío, empecé a encontrarme. No tengo todo resuelto. Pero tengo lo esencial: consciencia, integridad y un espacio interior que no está en venta.

Tal vez no sea el camino más fácil. Pero es mío.

viernes, 23 de mayo de 2025

De la cosecha a la mesa: El jugo de guayaba como parte de mi rutina diaria

En mi vida diaria, el proceso de cosechar guayabas de mi propio árbol y preparar un jugo natural para el desayuno se ha convertido en una tradición que me conecta con la tierra, la naturaleza y mi salud. Este ciclo, que se repite con la llegada de los meses de mayo, junio y julio, me ofrece una oportunidad única de disfrutar de una fruta fresca, libre de pesticidas y cultivada de manera orgánica. A lo largo de los años, he aprendido a valorar este sencillo pero significativo proceso, desde el momento en que la guayaba es recolectada hasta que se convierte en un delicioso jugo que acompaña mis primeras horas del día.

La cosecha

Cada mañana, al amanecer, salgo a revisar mi árbol de guayaba. Este árbol ha sido parte de mi vida durante años. No uso pesticidas ni productos químicos, por lo que las guayabas que recojo son completamente orgánicas. 

La guayaba es una fruta que no solo es deliciosa, sino que también ofrece múltiples beneficios para la salud. Su alto contenido en vitamina C, fibra y antioxidantes la convierte en un aliado perfecto para fortalecer el sistema inmunológico y mejorar la digestión. 

La preparación del jugo: una receta sencilla 

Una vez cosechadas las guayabas, el siguiente paso es preparar el jugo. En mi rutina diaria, lo hago de manera simple: licúo las guayabas con agua y le agrego stevia como edulcorante natural. El uso de stevia no solo es una opción saludable para endulzar el jugo, sino que también complementa el sabor único de la guayaba sin añadir calorías innecesarias.

Al licuar la guayaba, el resultado es una bebida espesa, de un color vibrante que refleja la frescura de la fruta. El sabor es intensamente dulce, pero también tiene un toque ácido que hace que cada sorbo sea refrescante. Es un jugo que revitaliza mi cuerpo y me da la energía necesaria para comenzar el día con buen pie.

Los beneficios del jugo de guayaba para la salud

Más allá de su sabor delicioso, el jugo de guayaba es una bebida con propiedades que contribuyen significativamente a mi bienestar. Es bien sabido que la guayaba es excelente para el sistema digestivo. .

La madera de guayaba: un tesoro oculto

Pero no solo la fruta de mi árbol tiene un valor significativo. La madera de guayaba también es algo especial. Al agregarle agua, se vuelve dorada, una característica fascinante que me deja sin palabras cada vez que la observo. Esta peculiaridad de la madera refleja la belleza y la magia que hay en la naturaleza, haciendo que cada parte del árbol sea valiosa y sorprendente.

La satisfacción de ver crecer lo que consumes

Lo más increíble de todo este proceso es la satisfacción de ver crecer el árbol de guayaba, de observar cómo florece, da frutos y, finalmente, llega el momento de la cosecha. Es un ciclo que se repite cada año y que me permite apreciar la belleza de la naturaleza y el esfuerzo que implica cultivar algo desde cero.

Un final lleno de gratitud y salud

Incorporar el jugo de guayaba en mi rutina diaria no solo es un placer para el paladar, sino también una manera de nutrir mi cuerpo de forma natural y orgánica. Es una costumbre que me conecta con la tierra, con la naturaleza y con un estilo de vida más saludable. Cada sorbo me recuerda que lo que consumo es el resultado de un proceso de cuidado y dedicación, y eso le da un valor aún mayor a cada vaso de jugo que disfruto en mi desayuno.

Este sencillo ritual de cosecha y preparación del jugo de guayaba ha enriquecido mi vida de muchas formas, brindándome salud, energía y una profunda gratitud por los frutos que la naturaleza me ofrece. Desde el árbol hasta la mesa, este es un ejemplo claro de cómo lo natural y lo orgánico no solo benefician nuestra salud, sino que también nos conectan con el entorno de una manera única y profundamente satisfactoria.










miércoles, 21 de mayo de 2025

La verdadera medida de la inteligencia emocional

En lo que respecta a la inteligencia emocional no se trata de quien habla más fuerte y más ruidoso, sino quien sabe escuchar y entender el panorama. Esto en un mundo cada vez más ruidoso y competitivo, donde el éxito suele medirse por logros externos, bienes materiales o reconocimiento social, la inteligencia emocional sigue siendo un indicador silencioso pero poderoso del equilibrio humano. A diferencia del coeficiente intelectual, que evalúa capacidades cognitivas, la inteligencia emocional se refleja en la forma en que una persona se expresa, se relaciona con los demás y gestiona sus emociones, incluso en las situaciones más tensas o incómodas.

Una de las maneras más evidentes —y a la vez más sutiles— de detectar una baja inteligencia emocional es observar cómo una persona se comunica. Quienes recurren frecuentemente al uso de palabras soeces, insultos o comentarios ofensivos no solo demuestran una falta de respeto hacia los demás, sino también una carencia profunda de autocontrol. Del mismo modo, aquellos que viven comparándose constantemente con otros, que envidian o critican con frecuencia a quienes los rodean, están revelando una inseguridad interior y una dificultad para valorar su propio camino. Estas actitudes, lejos de ser inofensivas, generan ambientes tóxicos y relaciones frágiles.

La envidia, por ejemplo, no es solo un sentimiento negativo, sino también un reflejo de una mente que no ha aprendido a aceptar sus límites ni a celebrar los logros ajenos. Criticar constantemente, por otro lado, suele ser el disfraz de una insatisfacción personal profunda. Estas conductas revelan una baja capacidad para empatizar, para reconocer las emociones propias y ajenas, y para gestionar de forma saludable los conflictos internos.

Otro rasgo de una pobre inteligencia emocional es el ruido innecesario. Hay quienes, por necesidad de validación, alzan la voz sin motivo, interrumpen conversaciones, o se imponen en cualquier espacio sin considerar a los demás. Este tipo de actitud, que podría confundirse con seguridad, suele ser, en realidad, una forma de camuflar inseguridades. El que grita para ser escuchado muchas veces no tiene nada valioso que decir; simplemente teme no ser visto o no tener un lugar.

En contraposición, las personas con alta inteligencia emocional no necesitan demostrarla. Su equilibrio se percibe en su forma de hablar con calma, de escuchar con atención, de no reaccionar impulsivamente ante una provocación. Son individuos que entienden que no todo merece una respuesta, que el silencio a veces comunica más que una avalancha de palabras, y que respetar a los demás es una forma de respetarse a uno mismo. Estas personas son, a menudo, líderes naturales, no por la fuerza ni por el ruido que hacen, sino por la paz que transmiten.

En conclusión, la inteligencia emocional no se mide por la cantidad de conocimientos, títulos o posesiones, sino por la capacidad de vivir en armonía con uno mismo y con los demás. No hace falta gritarla ni demostrarla: se manifiesta en el modo en que actuamos cuando nadie nos está viendo, en cómo tratamos a quienes no pueden ofrecernos nada a cambio, y en la serenidad que conservamos aun en medio del caos. En un mundo que aplaude el ruido, la inteligencia emocional es un acto silencioso de sabiduría.

martes, 20 de mayo de 2025

Tu envidia es mi progreso: Transformando la energía negativa en motor de éxito




En la vida, no todos celebran nuestros logros ni apoyan nuestros sueños. Muchas veces, las personas que nos rodean pueden sentir envidia, un sentimiento que nace del deseo de tener lo que otros poseen o logran. Sin embargo, lejos de ser un obstáculo, esa energía negativa proyectada hacia nosotros puede convertirse en un poderoso combustible para avanzar y alcanzar nuestras metas. La frase “Tu envidia es mi progreso” encapsula esta verdad: el reconocimiento, aunque disfrazado de envidia, es la prueba de que estamos creciendo y superándonos.

La envidia, cuando la entendemos desde una perspectiva constructiva, es un reflejo de que estamos haciendo algo que otros desean pero no han logrado. Cada vez que alguien siente celos por nuestro éxito, está reconociendo, incluso de forma inconsciente, que hemos dado pasos firmes hacia adelante. Esto significa que no estamos estancados; estamos evolucionando, aprendiendo y transformando nuestras vidas. Esa percepción debería llenarnos de orgullo, no de miedo o culpa.

Entonces, ¿cómo convertir la energía negativa de la envidia en motor para nuestro progreso? La clave está en la actitud. En lugar de sentirnos afectados o desanimados por comentarios, críticas o miradas cargadas de celos, podemos tomar esa energía y redirigirla hacia la acción. La negatividad externa se convierte así en un impulso interno que nos obliga a esforzarnos más, a ser mejores y a demostrar que nuestros sueños son posibles.

Este proceso requiere fortaleza mental y autoconfianza. Cuando aceptamos que no todos apoyarán nuestro camino, nos liberamos de la necesidad de aprobación constante. Nos enfocamos en lo que realmente importa: nuestra visión y nuestros objetivos. La envidia ajena deja de ser una amenaza y se transforma en una señal de que vamos por buen camino, que estamos marcando diferencia y dejando huella.

Un aspecto fundamental de este progreso es entender que trabajar de manera independiente también es trabajo, y un trabajo que exige responsabilidad y disciplina. Aunque puede ofrecer horarios flexibles, eso no significa ausencia de horarios ni de compromiso. Al ser dueños de nuestro proyecto, depende completamente de nosotros que funcione, que crezca y que dé resultados. No hay un jefe que controle cada paso, pero tampoco hay espacio para la procrastinación o la improvisación constante. El éxito del proyecto depende de nuestra capacidad para organizarnos, cumplir con metas y gestionar el tiempo eficazmente. Esta responsabilidad es, sin duda, un reto, pero también una oportunidad para demostrar que podemos avanzar con autonomía y control total sobre nuestro destino.

Además, el progreso no es solo resultado de talento o suerte, sino del trabajo constante y la resiliencia frente a las adversidades. La energía negativa que recibimos, lejos de paralizarnos, debe alimentar nuestra disciplina y creatividad. Si alguien envidia nuestros logros, es porque hemos logrado crear algo valioso; si seguimos cultivando esa mentalidad, convertiremos la envidia en admiración y respeto, y más importante aún, en una prueba tangible de nuestro avance.

En conclusión, “Tu envidia es mi progreso” no es solo una frase inspiradora, sino una filosofía de vida que nos invita a transformar las dificultades externas en fortalezas internas. La envidia, lejos de ser un enemigo, puede ser una herramienta para motivarnos a seguir adelante, a crecer y a alcanzar nuestras metas con determinación y pasión. Porque cada paso que damos hacia adelante, a pesar de las miradas y palabras negativas, es un testimonio claro de nuestro progreso y nuestra capacidad para triunfar. Y cuando ese progreso es producto de un trabajo independiente, aún más valor tiene, porque es fruto directo de nuestra responsabilidad, constancia y autogestión.

Tu peor enemigo puedes ser tú: dejar de compararte con los demás y empezar a mirarte a ti mismo

 

Vivimos en una era donde las comparaciones se han convertido en una rutina silenciosa. Abrimos una red social y vemos cómo otros muestran sus logros, sus viajes, sus cuerpos, sus supuestas vidas perfectas. En la calle, en la familia, en el trabajo, siempre hay alguien a quien mirar como referencia —o como amenaza. Así, sin darnos cuenta, empezamos a medir nuestro valor en función de los demás. ¿Y el resultado? Frustración, autoengaño, desánimo. Por eso, tiene tanta verdad ese dicho que dice: “el peor enemigo de uno es uno mismo”.

Cuando usamos a otros como espejo, olvidamos nuestra propia historia. No sabemos por lo que el otro ha pasado, qué sacrificios hizo o qué máscaras usa. Pero aun así, caemos en la trampa: “él ya logró tal cosa, yo no”; “ella tiene pareja, yo sigo solo”; “ellos tienen éxito, yo estoy estancado”. Esa voz interna que critica, que compara, que castiga, muchas veces no viene de los demás, sino de dentro. Y ahí es donde nos convertimos en nuestro peor enemigo.

Aprender a compararnos con nosotros mismos, en cambio, cambia el juego por completo. Ya no se trata de ser mejor que otro, sino de ser mejor que quien fuimos ayer. De mirar hacia atrás y ver que, aunque sigamos cometiendo errores, hemos crecido. Tal vez antes no entendíamos ciertas cosas que hoy ya comprendemos. Tal vez antes vivíamos desde la rabia o el miedo, y hoy intentamos al menos vivir desde la calma o la compasión. Y eso es progreso.

Compararte contigo mismo es tener una brújula propia, no prestada. Es aceptar que tu ritmo no tiene por qué ser igual al del resto. Que tus batallas no se ven en redes, pero son reales. Que quizás no te aplauden, pero tú sabes cuánto esfuerzo hay detrás de cada paso que das.

Este cambio de mirada no es fácil. Requiere observar tus pensamientos con sinceridad. Preguntarte de dónde vienen tus juicios. Escuchar tu voz interior, pero no dejar que te sabotee. Requiere también reconocer que a veces te has traicionado a ti mismo por querer agradar, competir o encajar. Pero nunca es tarde para volver a ti.

Cuando dejas de usar a otros como regla, empiezas a construir desde dentro. Te perdonas más. Te entiendes más. Y, poco a poco, en vez de enemigo, te vuelves tu propio aliado.

Porque al final, la única persona con la que vivirás toda tu vida eres tú mismo. Así que más vale tratarte bien, escucharte con cariño, y compararte solo con quien fuiste ayer, no con quien nunca fuiste ni serás.

La importancia de tener nuestros propios cultivos

 









En medio del ruido urbano, las dificultades económicas y las tensiones emocionales que muchos enfrentamos día a día, cuidar un pedazo de tierra y verlo florecer puede convertirse en un acto de resistencia, de sanación y de esperanza. Mi pequeño espacio verde, donde conviven árboles de guayaba, árboles de higo, cebolla china, un palto en recuperación y nuevas semillas que estoy haciendo germinar, se ha vuelto un refugio y una fuente silenciosa de aprendizaje.

Este mes de mayo, como en años anteriores, coseché algunas guayabas de uno de mis árboles. Estas frutas, que maduran dulcemente entre mayo y junio, me recuerdan que los ciclos de la vida continúan a pesar de todo. Los higos aún más dulces solo brotan en enero, febrero y marzo, como si la naturaleza guardara lo mejor para verano. Entre tanto, el árbol de palta, que antes ofrecía generosamente sus frutos, lleva año y medio regenerándose tras una poda necesaria. 

También tengo cebolla china lista para ser usada, y nuevos proyectos en marcha: semillas de frejoles, guayabos jóvenes, y hasta una pepa de mango que espero crezca. 

No solo es una forma de obtener alimento más sano y sin químicos; es, sobre todo, una manera de reconectar con los ritmos naturales que el mundo moderno muchas veces nos ha hecho olvidar. Cultivar es cuidar. Es observar el tiempo pasar con otro ritmo. Es aprender a tener paciencia, a esperar sin prisa. 

En tiempos donde todo se compra empaquetado, rápido y sin rostro, volver a la tierra es un acto profundamente humano. Nos enseña que el alimento no nace en los estantes de un supermercado, sino del trabajo constante, del cariño puesto día a día en una planta que apenas germina. También nos enseña a valorar más lo que comemos, a desperdiciar menos, y a agradecer más.

Pero quizás lo más importante de cultivar sea esto: nos da un propósito silencioso. 

Por eso sigo sembrando. Porque en cada frejol, en cada brote de guayabo, en cada hoja verde que nace, hay una esperanza. Porque mientras haya tierra, manos y voluntad, siempre se puede volver a empezar.



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lunes, 19 de mayo de 2025

Relato de una aparición luminosa en Navidad

 Durante las noches de Navidad de 2016 y 2017, fui testigo de un fenómeno que me marcó profundamente. En ambas ocasiones, vi luces inusuales en el cielo, particularmente una en 2017 que logré grabar. No eran fuegos artificiales ni linternas chinas: eran esferas de luz que se movían con dirección y cierta inteligencia, una de las cuales se acercó claramente a la zona donde vivo y se quedo ahí un buen rato....a una la grabé cuando estaba consumiendose el fuego rojo.

El video que grabé (ver aquí: https://youtube.com/shorts/_vnZDcrBcU8?si=ZCkFfoQzTYs8eQGG) muestra una bola luminosa flotando y desplazándose por el cielo de manera definida. Su movimiento, intensidad y el hecho de que fue visible en silencio absoluto, descartan para mí la posibilidad de que haya sido un fuego artificial. Además, no fue la única: varias luces de este tipo aparecieron, aunque solo pude registrar esta.

La aparición coincidió con días en los que ví la pelicula los “Fantasmas de Scrooge”, figuras simbólicas que representan el pasado, presente y futuro del espíritu humano. Fue como si algo más grande se estuviera manifestando: una señal, un llamado, un espejo.

¿Qué fue lo que vi?

Muchos podrían atribuirlo a fenómenos naturales como:

  • Rayo globular: un tipo raro de descarga eléctrica que aparece como una bola flotante.

  • Bólido o meteoro: fragmentos que cruzan la atmósfera y se desintegran con un gran destello.

  • Basura espacial: restos de tecnología humana reingresando desde el espacio.

Y todas estas opciones son posibles. Pero hay algo más profundo que también es real: el impacto personal de lo vivido. En mi interior, sentí que esa luz no solo era física, sino espiritual. Que lo que se manifestó fue una presencia, una conciencia, una advertencia o tal vez una bendición.

¿Una señal o un despertar?

Para mí, fue un recordatorio de que no estamos solos. De que el universo, Dios, o la conciencia superior —como se le quiera llamar— puede manifestarse en momentos clave, si estamos atentos. Y más aún en fechas sagradas, cuando la energía del mundo cambia, se sensibiliza y se abre.

No busco convencer a nadie, solo comparto mi experiencia. 

¿Tú has vivido algo similar?

domingo, 18 de mayo de 2025

Sabes… cómo reconocer el alma de una persona

 




Sabes, con el tiempo he descubierto una forma muy sencilla de saber si alguien tiene alma, o si más bien anda por el mundo con el cuerpo presente pero el alma casi ausente. No necesitas ser un sabio ni tener poderes especiales. Basta con observar —o mejor dicho, escuchar— cómo se comunica una persona. Las palabras son la ventana del alma.

Hay una prueba infalible: si alguien habla con frases soeces todo el tiempo, si está constantemente quejándose, criticando o lanzando veneno verbal a diestra y siniestra, es muy probable que estés frente a una persona tóxica. Y en muchos casos, estas personas son lo que yo llamo “desalmadas”. No porque nacieron malas, sino porque con el tiempo se han vaciado por dentro. La amargura, la rabia, la frustración y la falta de amor propio se les fue acumulando hasta dejarles solo un cascarón.

He visto casos de personas que literalmente solo tienen cuerpo, pero el alma parece haber salido hace rato, o está escondida, arrinconada en algún rincón. Es como si la toxicidad les hubiera devorado todo lo que las hacía humanas, sensibles, empáticas. Y lo más increíble es que esta forma de ver las almas no requiere ningún don espiritual, solo hay que escuchar. Porque el alma se nota en cómo alguien te habla, cómo habla de los demás, y cómo habla de sí mismo.

A mí me ha servido mucho salir a caminar varios kilómetros al día, no solo por salud, sino porque al caminar, observas. Escuchas. Te cruzas con todo tipo de personas, desde las que te sonríen aunque no te conozcan, hasta las que pasan murmurando cosas llenas de rabia o resentimiento. Y con los años, uno afina el oído. Uno aprende a distinguir quién está vibrando alto y quién se está ahogando en su propia oscuridad.

Algo que me llamó la atención es lo que pasa cerca de algunas iglesias. Uno esperaría que en un templo reine la paz, el silencio, la armonía. Pero no siempre es así. En más de una ocasión he pasado por iglesias y he escuchado conversaciones llenas de negatividad justo afuera de ellas. Si tú no haces silencio por dentro, no importa cuántas veces reces o a dónde vayas. Porque al final, el templo está dentro de uno.

Así que quédate con esta reflexión: si quieres reconocer el alma de alguien, no mires su apariencia, no te dejes llevar por sus títulos ni por su sonrisa fingida. Escucha. Escucha cómo habla cuando no está siendo observado, cómo se expresa cuando está relajado. Ahí sabrás si estás frente a un alma luminosa o frente a un cuerpo vacío. La verdad se oye más de lo que se ve.

-Gente desconectada de su conciencia o empatía, -Individuos absorbidos por lo material o el ego.)

También Blavatsky explica que: hay personas que no tienen alma desarrollada o cuya alma se ha atrofiado o disuelto.

Esto no significa que nacieron malas, sino que:

  • Nunca desarrollaron su espíritu interno.

  • O se desconectaron totalmente de lo divino por acciones repetidas, odio, adicción al poder o el daño a otros.

  • O fueron vaciadas (literalmente), convirtiéndose en “cáscaras humanas”.

Estas personas, al morir, no ascienden ni descansan en paz, y sus residuos pueden quedar atrapados en planos bajos

  

Persona que se le sale el alma del cuerpo

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miércoles, 14 de mayo de 2025

Paradoja del control y la abundancia

 En las sociedades donde la abundancia es escasa o está mal distribuida, el control social tiende a intensificarse. Esta es una paradoja profunda: cuanto más limitados están los recursos o cuanto más desigual es su reparto, más dependientes se vuelven las personas de estructuras jerárquicas, regulaciones y sistemas externos que marcan el paso y controlan las decisiones cotidianas. Esta dependencia alimenta una vigilancia permanente sobre cómo se accede, se intercambia o se consume lo necesario para vivir. Es decir, el control se fortalece en contextos donde la abundancia no es compartida.

Frente a esta lógica de concentración, hay una propuesta que está al alcance de la mayoría y que rompe con la dependencia: la descentralización de los recursos, comenzando por lo más básico y vital —la comida. La autosuficiencia desde el hogar, incluso en pequeña escala, puede ser una forma real y tangible de recuperar libertad. Y esa autosuficiencia comienza, literalmente, con una semilla.

Una semilla de mango, por ejemplo, puede convertirse en un árbol que alimente a una familia durante décadas. Una sola semilla encierra la promesa de cientos de frutos. Si varias familias cultivan diferentes especies, se puede generar abundancia local, resiliencia alimentaria e incluso redes de intercambio comunitario que no dependen del sistema económico central. En cambio, cuando todo proviene del mercado, se necesita dinero, transporte, permisos, acceso a tiendas o plataformas digitales, y eso multiplica los niveles de control y dependencia.

Este modelo alternativo no es una utopía, sino una práctica que ha existido desde siempre y que, en el mundo moderno, hemos olvidado. La autosuficiencia no es aislamiento: es tener lo necesario para no vivir a merced de decisiones lejanas.

Pensadores de distintos tiempos han reflexionado en esta línea. Henry Kissinger advirtió alguna vez: "Quien controla el alimento, controla a la gente." No importa si se trataba de un aviso o una amenaza: lo cierto es que señala una verdad estructural. Un antiguo proverbio chino nos recuerda: "Dale a un hombre un pescado y comerá un día. Enséñale a pescar, y comerá toda la vida." Esa misma lógica se aplica al acto de sembrar: una vez que alguien aprende a cultivar, deja de depender completamente del sistema.

La moneda es útil como medio de intercambio, pero cuando su circulación es injusta o está mal distribuida, la economía falla. Esto ocurre tanto en sistemas comunistas como en sus contrapartes capitalistas. Por eso, la reflexión comienza desde el hogar y desde el suelo. Una semilla tarda en crecer, a veces años, pero luego alimenta durante décadas. Y si hay varias, hay abundancia.

En resumen, la paradoja es clara: cuando los recursos están mal repartidos, se impone más control. Cuando se descentraliza la abundancia, crece la libertad. Y todo empieza con algo tan pequeño como una semilla.

martes, 13 de mayo de 2025

Nacidos para Brillar: Cuando No Encajar Te Ilumina el Camino



Hay veces que uno va, con toda la emoción,
a encajar en moldes que suenan a perfección.
"¡Este es tu lugar!", te dice la multitud,
pero por dentro tú piensas: "¿Será esto virtud?"


Te pruebas el traje, la silla, el cartel,
pero algo en el alma te dice: "esto no es él".
Y no es que fallaste, ¡ni cerca, mi gente!
Es que estás destinado a un ritmo diferente.


Porque hay caminos hechos con regla y escuadra,
y otros que surgen cuando sigues el corazón.
No se trata del oro, ni el premio en la gala,
sino de cómo vibras cuando el alma no se cala.


¿Y sabes qué? No encajar es un regalo bendito,
te abre portales al universo infinito.
Te invita a buscar lo que te enciende el ser,
y cuando lo hallas... ¡ya no puedes retroceder!


Hasta Simba huyó de su tierra ancestral,
el Rey León no encajaba, ni quería el pedestal.
Fue un retirado, perdido, sin saber su papel,
pero halló su verdad lejos del deber cruel.
Y al volver, no fue por trono ni vanidad,
sino por amor, por justicia y por verdad.
Esa es la historia: crecer, dudar, sanar,
y al final, elegir tu forma de reinar.


“Born to Be the Light”, canta Lucas con razón,
porque brillar no depende de validación.
Es estar tan bien contigo, tan en paz por dentro,
que el mundo lo nota aunque no estés en el centro.


Ser exitoso no es solo tener cifras al sol,
es dormir tranquilo, con tu vida en control.
Es reír con ganas, es bailar sin temor,
es ser tú mismo, sin pedir perdón.


Y si tropiezas, si el mapa se rompe en mil,
no es el fin del cuento, ¡es parte del perfil!
Ahí es donde nace la chispa sin precio,
el momento exacto en que cambias el necio.


Así que no te rindas, no apagues tu motor,
tu luz es única, de esa que causa fervor.
Sigue buscando, creando, creciendo sin prisa,
que el mundo te espera con otra sonrisa.



¿Qué significa El Rey León realmente?

Más que una película para niños, El Rey León es una historia sobre el viaje interior. Simba huye de su pasado, pero al final entiende que no puede escapar de lo que es. Solo cuando acepta su historia y su responsabilidad, encuentra su verdadero lugar. 

No encajar, a veces, es el primer paso para reinar en tu propia vida.

Si este mensaje te movió, te invito a entrar a este link a escuchar canciones de la película El Rey León:  SONGS- The Circle of Life, I Just Can't Wait to Be King, Be Prepared, Hakuna Matata, can You Feel the Love Tonight, and He Lives in You. THE LION KING



"Born to Be Alive" es una canción disco vibrante que celebra la vida y la libertad personal. Con un ritmo contagioso y una letra que invita a disfrutar del presente. Irradia optimismo y energía positiva y es un himno de celebración y autoafirmación. -----   Born to be the light!




No encajar es parte del viaje sagrado.
Es lo que te guía al espacio encantado.
Y recuerda, más allá de lo que otros midan:
naciste para ser luz… no para que te midan.

Del Imperio al Caos: Cómo la Falta de Consecuencias Destruye la Moral Social

Foto por Victor C. Hubo un tiempo en la historia en el que actuar con deshonestidad tenía un precio alto. Desde el Imperio Romano hasta el S...