viernes, 13 de junio de 2025

La Mejor Relación: El Encuentro con Uno Mismo

 



En una sociedad que constantemente nos empuja a socializar, pertenecer y relacionarnos, hablar de la soledad como una elección consciente y voluntaria parece ir contracorriente. Sin embargo, con el paso del tiempo y las experiencias vividas en entornos como el colegio, la universidad, los trabajos e incluso los círculos sociales más casuales, uno comienza a comprender que no todas las relaciones humanas son nutritivas ni necesarias. En este camino, se empieza a valorar una compañía muchas veces subestimada: la de uno mismo.

Hay personas que necesitan de la compañía constante para sentirse bien, como si su valor personal dependiera de la validación externa. Se sienten incompletas sin la presencia de otros. Pero existe otro tipo de personas: aquellas que descubren en la soledad un refugio fértil, un espacio de encuentro, de reflexión y de auténtico crecimiento. No es que estas personas no sepan compartir, sino que entienden que no hay nadie que pueda conocerlas, valorarlas y tratarlas mejor que ellas mismas.


La soledad, en este sentido, no es un vacío, sino una oportunidad. Lejos del ruido externo —ese que muchas veces se disfraza de amistad y termina siendo superficialidad, chismes o simple hábito—, la soledad bien aprovechada permite pensar, meditar, crear y, sobre todo, reencontrarse. Es un espacio de autoconocimiento que fortalece el carácter y la autoestima. Es el lugar donde uno puede construir su identidad sin tener que ajustarse a las expectativas de otros, sin tener que agradar para pertenecer.

Muchos temen estar solos porque no se toleran a sí mismos. Pero si uno no puede convivir en paz consigo mismo, ¿cómo espera que otro lo haga? Personalmente, después de dar múltiples oportunidades a relaciones sociales y amistosas que, aunque en su momento parecían tener sentido, terminaron demandando esfuerzos innecesarios por agradar, sostener o aparentar, tomé la decisión de volcar mi tiempo y energía en mí mismo. Y ha sido, sin duda, la mejor relación que he tenido.

No se trata de egoísmo, sino de claridad. La experiencia me ha enseñado que no hay inversión más segura que la que se hace en uno mismo. Hasta que no encuentre una conexión humana que aporte lo mismo o más de lo que ya me aporta mi propia compañía, seguiré cultivando esta relación interna. Porque, al final, la mejor relación que uno puede tener es con uno mismo: la única que realmente perdura, la única que no exige disfraces ni máscaras, la única que te enseña a vivir desde la autenticidad.

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