En un mundo hiperconectado, cualquiera pensaría que el valor de una persona o de su trabajo se mide por los números: seguidores, “me gusta”, donaciones. Pero la realidad, para muchos, es distinta. Puedes llevar años publicando, compartiendo tu historia, mostrando tus pasiones y hasta atravesando momentos profundamente humanos —como la enfermedad o la pérdida de un ser querido— y aun así recibir silencio. No por falta de gente mirando, sino por un fenómeno más sutil: el sesgo de atención.
Cuando la visibilidad no es apoyo
Quien crea contenido en internet sabe que hay dos tipos de público: el que interactúa y el que observa en las sombras (lurkers). Este último es mayoría. Estudios sobre el comportamiento en línea muestran que alrededor del 90% de las personas consume contenido sin dar señales visibles, el 9% interactúa de vez en cuando, y solo el 1% aporta o se involucra activamente.
Esto significa que puedes ser visto por miles, pero apoyado por casi nadie.
El sesgo de género en la atención
Aunque pocas veces se admite abiertamente, las plataformas digitales muestran un patrón claro: las mujeres, especialmente jóvenes y atractivas, reciben más apoyo, tanto emocional como económico. No es una opinión, es un hecho respaldado por métricas:
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Mayor engagement promedio en redes sociales.
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Crecimiento más rápido de seguidores.
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Más disposición del público (hombres y mujeres) a interactuar y donar.
No se trata de restar mérito a su trabajo, sino de reconocer que parten con una ventaja de visibilidad que el algoritmo y la psicología humana amplifican.
Consecuencias personales
Ante este panorama, muchos hombres que crean contenido o buscan construir relaciones significativas se enfrentan a un desgaste emocional constante. No solo por la falta de reciprocidad, sino por la sensación de que el juego está desbalanceado desde el inicio.
La reacción más común es la introspección: dejar de invertir tiempo y energía en relaciones o interacciones que parecen transaccionales, y optar por la autosuficiencia. Comer solo, caminar solo, trabajar solo. No como aislamiento depresivo, sino como una forma de eficiencia emocional. El bienestar vale más que seguir un guión social vacio.
Un problema que trasciende lo individual
Si esta dinámica persiste, el efecto rebote alcanzará a todos. La sobrevaloración de un grupo y la subvaloración de otro deteriora la confianza, reduce la cooperación y, a largo plazo, impacta en la natalidad, la estabilidad social y el tejido comunitario. (Ver caso europeo: baja tasa de natalidad y tuvo que acudir al multiculturalismo lo que ha empeorado sus paises en términos generales, en términos de estabilidad, seguridad, etc)
Esta es el arma de doble filo del sesgo de atención: en el corto plazo parece beneficiar a unas cuantas (por que no, algunos varones también), pero en el largo plazo erosiona el terreno que todos pisamos. Porque la sociedad la conformamos todos y nadie es ajeno a esto.
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