El ghosting, entendido como la práctica de ignorar o cesar la comunicación de manera repentina e injustificada con alguien, es un fenómeno que ha ganado notoriedad en la era digital. Aunque se ha normalizado en ciertos contextos, como en las redes sociales o aplicaciones de citas, sus implicancias trascienden lo meramente tecnológico y reflejan una carencia de habilidades sociales que, en muchos casos, denotan un nivel social más bajo. Este ensayo explora por qué el ghosting puede percibirse como una conducta de mal gusto y cómo afecta las relaciones interpersonales.
La falta de atención como indicador de un bajo nivel social
En una sociedad en la que la comunicación es clave, ignorar a alguien que desea entablar una conversación o hacer una pregunta refleja una falta de cortesía básica. La etiqueta interpersonal se fundamenta en el respeto y la consideración hacia los demás, elementos que se pierden cuando una persona decide desaparecer o ignorar sin explicación. Desde una perspectiva social, la capacidad de responder de manera adecuada, incluso cuando no se desea mantener una relación, es un indicador de madurez emocional y educación.
El ghosting directo —dejar de responder mensajes sin previo aviso— y el indirecto —responder de manera evasiva o ambigua hasta que la otra persona desista— no solo generan confusión, sino que también son percibidos como un acto de desprecio hacia la persona afectada. Este comportamiento implica que el "ghosteador" no valora el tiempo ni los sentimientos de quien intenta comunicarse, lo cual puede asociarse con una falta de empatía, un rasgo relacionado con un nivel social y emocional más bajo.
Excepciones justificadas: la percepción de amenaza
Aunque el ghosting suele interpretarse como un acto de desconsideración, existen contextos en los que es comprensible o incluso necesario. Por ejemplo, si una persona percibe que la interacción puede representar una amenaza para su bienestar emocional, físico o psicológico, evitar el contacto se convierte en una medida de protección. En tales casos, priorizar la seguridad personal está justificado y no se considera una falta de respeto, sino una decisión prudente.
Sin embargo, estas situaciones representan la excepción y no la regla. En la mayoría de los casos, el ghosting responde a la incomodidad de abordar una conversación difícil o al simple desinterés por establecer un vínculo, lo que revela una falta de habilidades comunicativas que podrían haberse desarrollado en un entorno social más enriquecedor.
Implicancias para la imagen personal y social
Aquellos que recurren al ghosting como una solución fácil a conflictos o desacuerdos proyectan una imagen de inmadurez y falta de profesionalismo en el ámbito personal y laboral. Este comportamiento puede tener repercusiones negativas en su reputación, ya que las personas valoran cada vez más la transparencia y la honestidad en las relaciones humanas.
Por otro lado, quienes se toman el tiempo para responder de manera cortés, aunque sea para rechazar una propuesta o poner fin a una conversación, demuestran respeto por sí mismos y por los demás. Este tipo de actitudes son indicativas de un nivel social más elevado, en el sentido de que reflejan habilidades interpersonales desarrolladas y una disposición para actuar con integridad.
El ghosting es, en esencia, una práctica que refleja la falta de atención y consideración hacia los demás. Salvo en casos donde se percibe una amenaza, esta conducta es un indicador de habilidades sociales y emocionales poco desarrolladas, asociadas a un nivel social más bajo. En contraste, responder con cortesía y honestidad, incluso en situaciones incómodas, fortalece la comunicación, preserva la dignidad de ambas partes y proyecta una imagen de madurez y respeto, cualidades esenciales para construir relaciones saludables y significativas.
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